En un paisaje de murallas

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En el breve viaje entre Tel Aviv y Jerusalén se ve un gran muro de hormigón desnudo y alambre espinoso subiendo y bajando a través de un paisaje de colinas áridas, pinares y olivares que se parece mucho al de la Andalucía interior. El muro da una sensación de inmensidad bajo el cielo muy azul, interrumpido por torres de vigilancia, con algo arcaico de fortaleza ciclópea. Es al acercarse a él cuando se advierte su brutal modernidad, como el tajo de un hachazo de nueve metros de altura, del mismo tono gris que las autopistas que discurren a su costado y con frecuencia también son en sí mismas murallas de separación entre palestinos e israelíes. Israel es un país muy pequeño, atravesado por muros visibles e invisibles que vuelven todavía más angosto el espacio, marcado por límites, por puestos de control, por contrastes tan bruscos como los que podrían separar épocas lejanas entre sí y, sin embargo, contiguas. Al llegar a la zona del Muro de las Lamentaciones, lo que sorprende es lo reducido del espacio. Hay que atravesar un pasadizo subterráneo bastante oscuro y de techo muy bajo y un control de seguridad. Justo encima de este lienzo escaso de una antigua muralla contra la que rezan devotos barbudos vestidos de negro, está la Explanada de las Mezquitas, en una yuxtaposición espacial que es el reverso de una insalvable distancia teológica y política. Familias ultraortodoxas tan innumerables como tribus bíblicas desfilan sumergidas en su propio mundo, las miradas ajenas a todo lo que está fuera de él. No muy lejos de allí están las calles muy estrechas y mucho menos limpias de la ciudad musulmana, dentro de las cuales también hay zonas fronterizas: en Jerusalén Este, igual que en Cisjordania, se multiplican los asentamientos de colonos ultraortodoxos, urbanos y no rurales, pero con una idéntica actitud de ocupación y fortaleza asediada. En los paisajes del campo, con su belleza austera, los asentamientos parecen colonias compactas de adosados en un páramo español, también rodeadas de muros y alambradas, con torres y reflectores, con carreteras de acceso exclusivo.

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