En nuestra mentalidad occidental y moderna decidimos que para arreglar un problema o mejorar una situación hay que hacer algo de inmediato. No se nos ocurre que en bastantes ocasiones sería mejor hacer muy poco, o incluso no hacer nada. Para nosotros ese “no hacer” encubre una pasividad culpable, tal vez una simple impotencia, teñida de resignación. Pero la simple observación de la vida enseña que en situaciones cruciales lo mejor no es hacer algo, sino abstenerse de hacerlo, y que la urgencia por actuar sin el grado necesario de conocimiento o reflexión puede conducir al desastre, agravando el infortunio que se intentaba remediar. Hay ciertas cosas que está bien hacer para mantener la salud, pero algunas de las medidas más importantes consisten en no hacer algo: no fumar, no comer ni beber en exceso. El no hacer no es pasividad, sino acción indirecta, incluso sigilosa. Los cinco preceptos del budismo no exigen hacer ciertas buenas acciones, sino no hacer otras: no tomar lo que no ha sido dado, no hablar de manera falsa o injuriosa, no perder el control de uno mismo mediante alguna forma de intoxicación, no entregarse a una sexualidad dañina para uno mismo o para otros, no destruir la vida. El resumen es más simple todavía: no hacer daño.
Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.