Cuando uno va llegando a cierta edad y además escribe libros que tienen que ver con los efectos del paso del tiempo y, sobre todo, con las conexiones y las discontinuidades entre el pasado y el presente, se va acostumbrando a recibir preguntas sobre la nostalgia, y a detectar en algunas de ellas un cierto tono de sospecha. En una época tan pagada de sí misma como esta, el pasado lejano empieza muy pronto, y nombres cercanos y hechos casi recién sucedidos se quedan tan rápidamente obsoletos como los aparatos tecnológicos de hace una o dos temporadas. El otro día escuché a alguien que hablaba en la radio con entusiasmo de una película o de una serie: “Es de hace ya dos años, pero podía haber sido hecha hoy mismo”. Que algo siguiera siendo relevante al cabo de dos años le despertaba a este comentarista más incredulidad que admiración. Me acordé entonces de un anuncio que se vio mucho en los autobuses de Madrid: “Más now, menos yesterday”.
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