La última noche de Martin Luther King

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Lo último que hizo Martin Luther King en esta vida fue pedir una canción. Apoyado en la baranda de su habitación en el Lorraine Motel, en Memphis, llamó a su amigo, el saxofonista Ben Branch, que estaba en el aparcamiento, esperando con otros amigos a que King bajara. Branch iba a tocar esa noche en un acto de apoyo a la huelga de los trabajadores de la limpieza. Con su voz sonora de predicador, King le pidió que tocara esa noche su negro spiritual preferido, Take my Hand, Precious Lord. Mahalia Jackson lo había cantado muchas veces para él. King llevaba su traje oscuro y formal de siempre. Alguien le dijo que se pusiera encima un abrigo. En el momento en que King se volvía para entrar en la habitación sonó un disparo, uno solo. De pronto King estaba en el suelo del balcón, encogido, de costado, desangrándose copiosamente por la herida que le desgarraba la mandíbula y el cuello. Cuando su amigo Ralph Abernathy se arrodilló junto a él, tenía los ojos muy abiertos pero ya había perdido el conocimiento.

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