En tiempos de aflicción y trastorno las personas comunes escriben diarios. Parece que tan poderoso como el instinto de sobrevivir es el de dejar testimonio. Ahora mismo, en Ucrania, en medio de la guerra, bajo el acoso de los misiles rusos que destruyen tan heroicamente las redes de suministro de la electricidad y del agua, mujeres refugiadas en sótanos escriben sus diarios a lápiz, a la luz de las velas o de los teléfonos móviles. Escriben para dar cuenta de lo que están viviendo en el momento en que lo viven. La soledad austera del diario escrito a mano se convierte en difusión inmediata en los que se publican en plataformas digitales. Hay quien teclea en un portátil o en un móvil mientras ve desde una ventana de Kiev cómo un águila que baja despacio hacia las terrazas de los edificios resulta ser un dron contra el que disparan en vano los fusiles de la defensa antiaérea. El testigo sabe que debería correr a esconderse al lugar más seguro de la casa, el cuarto de baño sin ventanas al exterior, pero su curiosidad es más poderosa, su impulso de atestiguar y transmitir de inmediato lo que ve.
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