El viaje de Carlo Levi

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He escuchado en YouTube a Carlo Levi leyendo las primera páginas de Cristo se paró en Éboli. He escuchado su voz clara y cordial mientras veía en imágenes los lugares mismos en los que sucede el libro, pueblos alzados en las colinas áridas de la Lucania, Matera, Grassano, Aliano, una topografía ósea de cuevas excavadas en la roca calcárea y casas adheridas a los precipicios, con los huecos negros de las ventanas y las puertas como cuévanos de calaveras. Mientras miraba y escuchaba he confirmado dos rasgos cardinales de la literatura: que en la página escrita ha de tenerse la sensación de oír una voz humana; y que las palabras han de dar cuenta precisa de un mundo, de tal modo que quien solo lo conoce a través de la lectura lo reconozca al tenerlo delante de los ojos. El italiano tan limpio de la voz y la escritura de Carlo Levi lo tradujo Antonio Colinas a un español igual de claro en la edición de Cristo se paró en Éboli que publicó Alfaguara en 1980, en aquella inolvidable colección de tapas azules y grises con tacto de cartón. Ahora el libro vuelve a la actualidad gracias a Pepitas de Calabaza, que ha recuperado otra traducción excelente, la de Carlos Manzano.

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