De lo vivido a lo contado

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Parece ser que Cormac McCarthy ha reconocido que la inspiración para su novela posapocalíptica The Road vino del ataque a las Torres Gemelas. La novela se publicó en 2006, cinco años después, y en ella no hay ninguna alusión directa a aquel atentado que trastornó el mundo, pero es muy probable que la experiencia de una catástrofe tan desmedida y visualmente tan abrumadora despertara en la imaginación del novelista la posibilidad de un horror inminente que de la noche a la mañana dejara en ruinas la civilización. Entre lo realmente vivido o sucedido y su relato hay una línea recta. Los caminos por los cuales lo real se convierte en ficción son mucho más tortuosos. Contar lo vivido es un acto de la voluntad consciente. Las historias imaginadas surgen sin que uno sepa bien de dónde han venido, y por muchos elementos de la realidad exterior o de la propia vida íntima que se contengan en ellas, su forma final no obedece a ningún principio de semejanza, sino a una lógica interna y del todo soberana en la que los ingredientes de lo real y lo inventado se mezclan como en una reacción química cuyo resultado es siempre sorprendente, porque es impredecible. Un biógrafo identifica a la persona que sirvió de modelo para el personaje de una novela: pero entre la una y el otro ha sucedido una metamorfosis en la que la identidad de partida es solo un componente, porque en la invención de un personaje puede ser que intervengan rasgos de varias personas distintas, y otros del todo inventados, combinándose todos en una criatura híbrida que solo existe en el interior de la ficción y no tiene equivalente fuera de ella.

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