La escritura natural de este tiempo es el diario. El tiempo verbal que mejor expresa lo que vivimos ahora mismo es el presente de indicativo, el que nombra los hechos en el instante mismo en que suceden, o unas horas más tarde como máximo, cuando ni el olvido ni la memoria han emprendido ya su tarea habitual y constante. El confinamiento temporal en el presente es tan riguroso como el que nos mantiene confinados entre las cuatro paredes de la casa. El pasado de hace solo dos o tres semanas es una época remota que cuesta recordar, y que extrañamente no despierta demasiada añoranza. El futuro de las conjugaciones de los verbos queda desacreditado por la incertidumbre y por una dificultad de imaginar equivalente a la de invocar los recuerdos. Nos hemos desembarazado de conmemoraciones igual que de vaticinios y proyectos. En las páginas de la agenda se han quedado atrás fechas de compromisos que no llegamos a cumplir, y un nuevo espacio en blanco cubre ahora las que estaban previstas para las próximas semanas o meses.
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