Decía Borges en su vejez que no darle a él el Premio Nobel de Literatura se había convertido ya en una antigua tradición escandinava. Una tradición española casi escandinava también ya de tan antigua es la de mostrar la modernidad de uno mismo como novelista perdonándole la vida a Pérez Galdós. Uno de sus primeros cultivadores fue Valle-Inclán, quien tanto le debía, personalmente y en su educación literaria y política. Valle-Inclán hizo aquella bromita sórdida de llamar a Galdós “don Benito el Garbancero” y la carcajada despectiva española no ha parado de resonar desde entonces. Galdós era garbancero, decimonónico, vulgarote, costumbrista, agropecuario.
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