Fortuny contra Fortuny

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Cioran habla en sus cuadernos de la “melancolía de ser comprendido”. Alan Bennett, en el último volumen de sus diarios, anota con resignación que cualquier cosa que escriba va a ser aceptada respetuosamente por sus lectores, que nadie está dispuesto a enfadarse con él por una afirmación suya, por muy radical que a él le parezca. Hay una pesadumbre y hasta una amargura del artista que no es reconocido, que se sabe o se siente rechazado, y que a veces convierte en orgullo su propia marginalidad, porque le permite incluirse en el catálogo de los que sufrieron en vida un rechazo que solo se convirtió en admiración después de su muerte. Y sin embargo el exceso de admiración también alarma a algunos espíritus angustiados. A lo largo de las páginas de sus CahiersCioran anota, con grados diversos de estoicismo, el poco caso que le hacen en el mundo literario de París, y se queja de la superficialidad de los lectores. Pero de pronto recibe unos cuantos elogios, o es agasajado, y le da miedo que esa aceptación sea un indicio de falta de talento.

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Seguir leyendo en EL PAIS (12/02/2018)