Cumpleaños idénticos

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Hay vínculos instantáneos y del todo casuales que duran para siempre, aunque solo se piense en ellos de tarde en tarde, o nunca. Me acuerdo de cuando conocí personalmente al escritor José Luis Juan. Quedamos en la Hungarian Pastry Shop de Nueva York en gran parte porque nacimos el mismo día del mismo mes del mismo año. Sentados el uno frente al otro éramos como raros gemelos,  tan cercanos en lo que nos parecíamos como en lo que no nos parecíamos. esa coincidencia de algún modo nos impone destinos paralelos.

Y como ayer sábado era el cumpleaños de mi hija Elena me acordé de otro encuentro, otra coincidencia. La mañana en que nació coincidí en la sala de espera del hospital, en Úbeda, con un antiguo compañero mío del colegio. Nos conocíamos, nos saludábamos, teníamos intereses literarios comunes, aunque no una relación de amistad. Pero esa mañana le nació su hija al mismo tiempo que estaba naciendo la mía, y cada vez que nos vemos, aunque sea muy de tarde en tarde, nos acordamos de esa circunstancia, que nos otorga un parecido, una especie de camaradería. Ayer me acordé de él, que estaría también felicitando a su hija, recién cumplidos los 28 años, y me pregunté cómo serán ahora sus dos vidas, la del padre y la de la hija, cómo llevará él los años y ella la juventud. De lo que estoy seguro es de que los dos tenemos el mismo recuerdo de aquella mañana muy soleada de septiembre. Qué rara es la vida, y qué caprichosa la percepción del tiempo. 28 años de pronto son nada. A esta mujer joven que ahora se mueve por el mundo con tanta solvencia yo la vi emerger y salir del vientre de su madre. Todo el tiempo de entonces a ahora se resume en dos momentos, dos nueves de septiembre, el uno ya de otro siglo, el otro ayer mismo. Luego me paro a pensarlo y no puedo abarcar todo lo sucedido en esos 28 años, la vida entera de mi hija y la de esa coetánea exacta suya a la que no sé si conoce.