Apocalipsis del coral

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Hay pasiones del conocimiento a las que vale la pena dedicarles la vida. Richard Vevers era un publicitario muy bien pagado en una agencia de Londres y un aficionado al submarinismo. En un cierto momento se confesó a sí mismo un malestar que llevaba tiempo remordiéndolo: estaba dedicando toda su inteligencia y toda su capacidad profesional a seducir a la gente para que comprara cosas innecesarias y triviales. Cuando se sumergía en el agua y daba unos talonazos hacia el fondo se encontraba de golpe en un paraíso inconcebible, en mundos de una belleza más resplandeciente todavía porque la mayor parte de los seres humanos no sabían nada de ella. Fuera del agua Vevers trabajaba con nombres y productos universalmente conocidos que en la mayor parte de los casos no servían para nada. Al sumergirse pasaba del ruido al silencio, de la acumulación y la repetición de lo banal al descubrimiento de lo misterioso y lo único. Como tantas personas, vivía en dos mundos ajenos entre sí, los suyos más distantes que casi los de cualquiera.

[…]

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