A esta edad, y en esta época de incertidumbres, las conversaciones con los amigos y hasta con los recién conocidos derivan con frecuencia hacia las fortunas y los infortunios profesionales de los hijos. En Marbella, charlando en una terraza con Antonio, el profesor de Instituto que nos pasea amablemente por la ciudad, me entero de que tiene un hijo arquitecto de 26 años que ha conseguido un buen trabajo en Alemania, en Leipzig. Aquí, a pesar de su buen expediente, solo había tenido contratos mínimos que oscilaban entre la explotación y el puro fraude. Se marchó hablando buen inglés y ahora, como es joven y listo y además tiene una novia nativa, ya habla alemán con soltura.
En Málaga, en otra terraza, hablo con Paco, una noche templada con brisa de mar, con muchos turistas por todas partes. Paco, que ha trabajado mucho como sindicalista, me señala las terrazas cercanas, todas ellas con un bullicio festivo aumentado por el griterío de la noche de fútbol. Me dice que casi todos los que trabajan en ellas tienen contratos por horas, en condiciones precarias, con jornadas larguísimas. Hablamos de hijos, claro que sí. El suyo mayor es ingeniero químico. Después de mucho ir y venir sin encontrar nada digno aprovechó una oportunidad y se fue a Colonia. “Los alemanes están encantados con los jóvenes españoles que les llegan”, dice Paco. “Están muy bien formados, son muy trabajadores, tienen iniciativa. Se ha educado en España pero quien se beneficia de su talento es Alemania. Aquí no encuentran trabajo”.
En el horizonte azul de Málaga, como en el de Cádiz o en el de Lisboa, hay cada día cruceros como bloques enormes de pisos turísticos. Los turistas desembarcan por millares en la ciudad y la ocupan entera haciendo muy poco gasto, perturbando ecosistemas urbanos demasiado frágiles. En el periódico de Málaga un titular de primera página celebra triunfalmente el número de contratos que se están firmando en este comienzo de la temporada alta. Sin duda es una alegría que haya personas que puedan trabajar. Pero da tristeza que no parezca haber puestos de trabajo que no sean precarios y en la hostelería, y que el hijo de Paco y el de Antonio no tengan más remedio que quedarse lejos si quieren ejercer lo que aprendieron con tanto esfuerzo, con una inversión tan grande de dinero público.
Claro que es estimulante vivir fuera, ver mundo, poner en práctica la ciudadanía europea. Pero ellos deberían tener la posibilidad de regresar, y la de mejorar nuestro país con su juventud y su talento.