La narradora primitiva

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Por culpa de o gracias a los consejos de Elvira he vuelto a leer -en realidad, he leído por primera vez con atención- a Carson McCullers. Leí primero “Reflejos en un ojo dorado”, que me trae el recuerdo cercano de la película de John Huston(¿quién dijo que de las buenas novelas no se pueden hacer buenas películas?) y ahora voy por la mitad de “El corazón es un cazador solitario”, que McCullers publicó con 23 o 24 años. Envidia cochina. Escribe como un narrador oral contando una historia delante de una hoguera, del círculo atento de la comunidad. Escribe como si solo la historia importara y sucediera, sin mediación culterana del novelista, como si las cosas no pudieran ser contadas de otro modo, como en la Odisea o en el Mio Cid o en Juan Rulfo. Subo a la superficie, tomo aire y vuelvo a sumergirme. La pena es que algunas cosas  no pueden traducirse: es imposible pasar del inglés al español el modo en que hablan los personajes negros de McCullers. Nada como la admiración para enseñarle a uno otros mundos insospechados; para ponerlo a uno en su sitio.