Intérprete, no espectador

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El lector que lee un libro no es el espectador que asiste al concierto: es el intérprete de la partitura. Sin intérprete no hay música: sin lector no hay cuento o poema o novela. Al intérprete avezado no le hace falta tocar las notas para que la música exista en su conciencia. La lectura más plena es la de quien recuerda o dice de memoria un poema, o un fragmento de prosa que conoce muy bien. En español la música se toca o se interpreta: en inglés y en francés la misma palabra que designa el juego se usa para la interpretación musical o actoral: jouer, to play. El cuadro no está ni en el lienzo, ni en la pupila del espectador: está en su cerebro. También el que mira una obra de arte la está tocando, en el sentido musical del término; tocándola con la mirada y con la parte del cerebro que procesa las imágenes, y la memoria que les da sentido y contexto.

Y qué curioso que el mismo verbo  -tocar- se use en español para dos cosas tan distintas: como si bastara posar las manos sobre el instrumento para que sonara por sí sola la música. Tocar el cello, tocar el piano.