Resurrecciones fugaces

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Por la calle o en el vagón del metro aparece alguien a quien reconoces y un segundo después te acuerdas de que está muerto. Es como hablar con una persona querida después de una ausencia y comprender de pronto que se trata de un sueño porque murió hace años. Espejismos rápidos, vueltas al mundo que se extinguen de golpe. Reconoces de lejos a alguien en una ciudad en la que nunca estuvo, en un barrio lejano que nunca frecuentó. Es como si se hubiera retirado allí para cumplir con el anonimato de la muerte, apartado de todos los que lo conocieron.

Esta mañana, en el metro, una melena blanca rizada, un perfil aguileño, la cabeza inclinada encima de un libro. Qué casualidad, encontrarme aquí a Félix Grande, al que hace tanto que no veo. Antes de que se vuelva y de que su cara sea otra me he acordado de que está muerto. De algún modo ha vuelto a vivir durante unos segundos, resucitado de golpe en mi imaginación, en mi memoria olvidadiza, a veces infiel a la amistad.

Antonio Muñoz Molina
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