De donde se hace el bachillerato

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Con mis amigos de la Hudson Review he vuelto a un Instituto público del Bronx, para participar de nuevo en un programa que la revista puso en marcha hace años, Writers at School. Seleccionan un texto publicado en la revista, acuerdan con los profesores un encuentro de los estudiantes con el escritor, previa lectura y estudio en clase del trabajo elegido. Siempre son escuelas de barrios trabajadores con mucha emigración. La que conocí el otro día, New World High School, era un centro muy cuidado y austero, bien equipado de laboratorios y zonas deportivas, en una zona de casas bajas con pequeños jardines. En el vestíbulo un gran collage con un mapa del mundo lleno de líneas y flechas indica los países de los que proceden los alumnos: más de sesenta. Yo vine a hablar de una memoria breve, de unas veinte páginas, que publiqué hace años en la revista, A Double Education, un relato de mi descubrimiento simultáneo de la vocación literaria y de las libertades civiles en la Granada de mediados de los años setenta. Había dos clases juntas, unos sesenta chicos y chicas en torno a los 17 años. Cuando me vi delante de ellos me impresionó la variedad humana: guapos negros africanos, más gallardos casi siempre que los de aquí, morenos de aire indígena andino, asiáticos de tipos muy diversos, muchas chicas con vaqueros, sudaderas, zapatillas de deporte y velos, algunos sobrios de Oriente Medio, otros fantasiosos y hasta sofisticados de Pakistán y sobre todo Bangladesh. Como eran hijos de emigrantes recientes y tenían fresca la memoria del mundo que han dejado atrás, yo les hablé de la sensación parecida que tuvimos muchos en españa justo por la misma edad que ellos. Las chicas miraban con mucha atención cuando yo contaba el cambio en la situación de las mujeres que ha vivido España desde el tiempo de mi niñez . Les hablé del privilegio de las identidades flexibles, de la tensión entre la pertenencia o la lealtad a los orígenes y la libertad personal,  y del miedo que tiene a veces el emigrante a no saber de dónde es, o al sentir que traiciona a los que lo han criado. Y se me ocurrió contarles la historia de Max Aub, que tuvo una vida tan cambiante como ellos, nacido en París, judío, hijo de padre alemán y madre francesa, español desde los diez años, fugitivo luego, perseguido, emigrado a México. En ese aula de la New World High School sonó más verdadero que nunca el dictamen de Max Aub: uno es de donde hace el bachillerato.