“Ir y quedarse, y con quedar partirse”, dice el soneto tremendo de Lope de Vega: “Partir sin alma y ir con alma ajena”. El que se fue y ha vuelto, o el que se fue y ya no vuelve, el que piensa en volver y no sabe si ya se le ha hecho tarde, comparten una escisión parecida. España ha sido un país de emigrantes que no perdían nunca el propósito de volver y de exiliados a los que el regreso les estaba prohibido. También de otros, como Max Aub, que al volver al cabo de muchos años descubrían que el regreso era imposible, porque la ausencia duró tanto que el país del que se marcharon y que recordaban había dejado de existir.
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