Cerca de Umberto Eco

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Durante unos años, en diversos sitios del mundo, vi con frecuencia a Umberto Eco, si bien nunca hablé con él. Lo vi unas veces a una cierta distancia y otras muy cerca, dotado de una ubicuidad admirable que le habría convenido a un personaje de algunas de sus ficciones. Un taxi se paró a mi lado junto a una acera de Nueva York y de él salió Umberto Eco, corpulento y ágil, y echó a andar con mucha prisa, con un cigarrillo en la mano, sostenido entre las puntas de los dedos índice y corazón. Me invitaron a Harvard Luis Fernández Cifuentes y el gran Francisco Márquez Villanueva hace veintitantos años, y después de recogerme en el hotel me llevaron a cenar a un restaurante de Cambridge. En la media luz, en una mesa del fondo, Umberto Eco se llevaba reflexivamente a los labios una copa de vino tinto, con aquel aire regio de gourmet de la vida que tenía.

[…]

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