Caminos y espejos de Koudelka

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Aparte de la escritura en prosa no hay otro arte que abarque tanto y ofrezca posibilidades expresivas tan variadas como la fotografía. Pero quizás instrumento o herramienta es una palabra más adecuada que arte. Desde que Herodoto la inventó, la prosa ha servido igual para relatar el mundo que para inventarlo o desmentirlo, se ha ceñido a la literalidad del informe y la crónica o se ha expandido en los despliegues imaginativos de la fábula, la narración mitológica, el folletín sentimental, la novela de aventuras. La prosa, como la fotografía, es un instrumento muy adecuado para examinar lo concreto, y quizás es ese rasgo el que las une más profundamente, lo que mejor saben hacer las dos. Lo opuesto de la prosa no es la poesía, sino el verso, porque escribiendo en prosa se pueden lograr intensidades de expresión tan altas como las de un poema. Y algo parecido sucede con la fotografía, que comparte con el haiku el misterio de la instantaneidad. La fotografía sirve igual para dejar constancia en una ficha de la cara de un criminal que para atestiguar un momento histórico o un hecho cualquiera, o para ilustrar la portada de un periódico con una imagen de la que no quedará rastro al cabo de tan solo unas horas.

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Seguir leyendo en EL PAÍS (04/10/2015)