Este vecino del barrio lleva muchos años viviendo en España pero no ha perdido ni el acento ni la desenvoltura conversadora de su Caribe colombiano. Me cuenta que se crió en una zona selvática cerca de la frontera con Panamá -“allí todos son tan negros como yo”, dice con perfecta naturalidad-, en un pueblo pequeño en el que había una escuela magnífica. Aprendió de todo en esa escuela de su infancia; historia, literatura, matemáticas, ciencias. Su maestro había sido un exiliado republicano español, un hombre sabio y cordial a quien sigue recordando con gratitud tantos años después. Uno tiene en cuenta a los exiliados célebres que llegaron a las capitales: pero resulta que este hombre anónimo que tuvo que marcharse de su país mejoró las vidas de sus alumnos en ese pueblo del interior de Colombia, adonde no sabemos al cabo de cuántas peripecias habría llegado.
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