El entretenimiento de la vida

Publicado el

Fugitivos del calor: desplazados hacia el clima hospitalario del norte. En el tren hacia Gijón, horas de holganza y alivio, después de las obligaciones concluidas, la fatalidad de los plazos, el apuro de los últimos días. En Gijón, caminatas en la brisa del paseo marítimo y hasta un poco de llovizna al anochecer, delicia incrédula de la frescura recobrada. Una calle con un nombre extraordinario: Tránsito de las ballenas. Hasta ahora yo creía que el nombre de calle más poético que conocía era el de una de las de mi niñez, Fuente de las risas. A veces hay muy poca poesía en los poemas, y mucha en la lengua silvestre de la vida y del habla común. En la Travesía de las ballenas, que es una calle en cuesta, una sidrería con un nombre casi igual de admirable, El Planeta, llena de un gran barullo de público, niños incluidos. Los bocartes y la ventresca de bonito son incomparables, y la conversación con los amigos, entre ellos mi querido Miguel Barrero, nuestro guía habitual en estas tierras, que presentó la otra tarde en Gijón su última novela, Camposanto en Colliure, una hermosa meditación sobre los destierros y muertes de Antonio Machado y Walter Benjamin.

Luego Luarca, esta mañana, ahora mismo. La brisa del mar entrando por el mirador de una antigua casa de indianos convertida en hotel, Villa Argentina. Al llegar aquí y escuchar el silencio nos damos cuenta de verdad de lo cansados que veníamos. Tumbado en la cama a la hora fresca de la siesta leo Don Quijote. El caballero enloquecido le habla al loco Cardenio de su biblioteca: “…trescientos libros que son el regalo de mi alma y el entretenimiento de mi vida”.