Lo transparente

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Una cosa que me intriga es la capacidad humana para situar siempre las expectativas por encima de los logros, por encima o a un lado, y moverlas un poco más allá si los logros progresan, de modo que no desaparezca la frustración, el sentimiento de lo malogrado. Man Ray era un extraordinario fotógrafo, pero quería ser admirado como pintor. Sir Arthur Conan Doyle es un autor insuperable de novelas de misterio y aventuras, pero estaba empeñado en alcanzar la gloria en el campo mucho más respetable de la novela histórica, y no lo logró nunca. Yo creo que Miles Davis tenía por dentro el resquemor de que Charlie Parker o John Coltrane, al morir jóvenes, habían alcanzado un prestigio que a él no se le reconocía tan incondicionalmente. Al inmenso Gershwin,  en medio del éxito de sus canciones, sus musicales, su Porgy and Bess, lo entristecía y probablemente lo amargaba no tener el respeto de los compositores y los críticos americanos de música clásica(Ravel lo admiró mucho, pero es más fácil admirar a distancia). Toda su vida John Cheever la pasó remordido por el miedo a no ser todo lo gran escritor que hubiera querido, porque escribía cuentos para el New Yorker, no sólidas novelas. Hizo una reconocida y aclamada con justicia casi al final de su vida, Falconer. A Scott Fitzgerald lo amargaba no vender tantos libros ni recibir tan buenas críticas como su antiguo protegido, su ingrato protegido Ernest Hemingway.

Leonard Bernstein, teniendo tantas cosas, vivía lacerado por la sospecha de no ser un compositor de música clásica con todas las de la ley, severo e indiscutible, como los autores de las obras que él dirigía tan apasionada y certeramente: Mahler, Beethoven, Ives. Era culpable de haber compuesto musicales de Broadway, alguno de los más grandes, West Side Story. Un crítico de música, John McWhorter, dice sobre él: “Bernstein estaba incorregiblemente entregado a escribir música que los seres humanos no especialistas pudieran disfrutar a la primera”.

Nada menos. Pero igual que hay un prejuicio contra la complejidad, también hay otro todavía más dañino contra la transparencia.