Matisse: El dibujante con tijeras

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En sus noches de insomnio, el viejo pintor que ya no tenía fuerzas para mantenerse de pie en el taller delante de un lienzo miraba el techo con los ojos muy abiertos y veía en él figuras sugeridas por las manchas de humedad o las grietas en la pintura. Y como le costaba tanto levantarse de la cama ideó un instrumento de dibujo que consistía en un largo palo de bambú al que ataba un carboncillo en el extremo. Tumbado en la cama, convaleciente de un cáncer que lo dejó casi inválido, Henri Matisse distraía el insomnio haciendo rápidos dibujos en el techo, en su apartamento de París o en su casa de la Costa Azul, y las limitaciones de su propia capacidad y de los medios de los que disponía eran de pronto una liberación más que un inconveniente, un atajo inusitado hacia la originalidad.

[…]

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Antonio Muñoz Molina
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