Las reglas del misterio

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El enigma policial es una forma narrativa perfecta, tan cerrada sobre sí misma como un soneto, o como una sonata clásica de piano, tan reiterativa y tan flexible como el blues. El enigma policial suele suceder en la contemporaneidad de su escritura, y por lo tanto acarrea de manera natural todos los materiales de lo inmediato y lo cotidiano, pero al mismo tiempo su forma procede de algunos de los arquetipos narrativos más antiguos y más universales: el cuento del tesoro perdido, el del héroe errante que ha de descifrar acertijos sucesivos y superar pruebas gradualmente más difíciles. Como cualquiera de los géneros de la literatura popular y del cine, el enigma policial (el thriller, el pollar, el giallo, el film noir: un indicio de su atracción es la variedad y la belleza de los términos que lo nombran) ha de atenerse a normas muy estrictas, casi todas ellas codificadas por Edgar Allan Poe en Los crímenes de la calle Morgue: un hecho atroz, casi siempre un asesinato, sucedido en circunstancias extrañas, por un culpable que ha desaparecido dejando solo algunos indicios muy dudosos; un investigador muy inteligente, con dotes de observación muy superiores a quienes lo rodean, con alguna rareza en su carácter, porque él mismo también es un misterio; un proceso de búsqueda guiado por la agudeza del detective, que atraviesa en su indagación diversos escenarios y medios sociales, y va encontrando a su paso enigmas añadidos, sospechosos posibles, y superando peligros, algunos de ellos mortales; una solución a la vez rotunda y sorprendente, que deje maravillado al espectador o al lector, al trastornar por completo sus expectativas.

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Dupin interroga al marinero (Byam Shaw, Selected Tales of Mystery, London, Sidgwick & Jackson, 1909)
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