Responsabilidades

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Pero la rabia por tanto sinvergonzonerío ha de incluir una reflexión bastante amarga sobre la complicidad o la indiferencia de una parte considerable de la ciudadanía. ¿Cómo es posible, y no solo en Valencia, que sistemáticamente se siguiera votando a sospechosos e imputados? ¿Que no se pusiera oídos a las acusaciones de corrupción, a no ser que afectaran a los del partido opuesto, o a los del otro lado de una frontera segura? ¿Cuántos corruptos han salido ufanos de los tribunales, declarando ante sus fieles que las acusaciones contra ellos eran en realidad agresiones al partido o a la ciudad o al territorio sagrado que encarnaban?¿Cuántas veces la adhesión sectaria ha ahogado -y ahoga- el sentido crítico?

 

Antonio Muñoz Molina
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