Vinieron David Villanueva y Paula Rosés, los editores de Demipage, para hablar de todo el entusiasmo y hasta temeridad que hacen falta en estos tiempos para publicar nueva literatura, y más todavía literatura en español escrita fuera de España. En el acto, organizado por la maestrías de escritura en español de NYU, estaban cuatro de los escritores publicados por Demipage, Carlos Yushimito y Richard Parra, de Perú, Mariana Graciano, de Argentina, Fernanda Trías, de Uruguay. Carlos es el único que tiene una historia editorial más sostenida: pero estoy seguro de que de los cuatro se va a oir hablar mucho en el futuro cercano, y van a encontrar lectores a pesar de todos los pesares, de la dificultad de dar a conocer lo nuevo y lo raro, del espacio cada vez más reducido que los periódicos dedican a la literatura, con reseñas que en muchos casos no pasan de las 20 líneas, como si no confiaran en las ganas de leer de los aficionados a la lectura.
De Marian Graciano escribí aquí cuando salió su libro, La visita. El de Carlos, Los bosques tienen sus propias puertas, estoy leyéndolo todavía. La ciudad invencible, de Fernanda Trías, es una novela breve, sintética, inmediata, con un desgarro de verdad, una novela sobre la llegada a Buenos Aires, y el temor y la gran promesa de la vida futura. El libro de Richard Parra contiene dos novelas cortas, Necrofucker y La pasión de Enrique Lynch, que en realidad forman parte de un proyecto más largo, que yo he tenido la suerte de leer en su totalidad, una gran novela dividida en historias autómonas que hacen un efecto de mural desmedido. Como tantos escritores peruanos, Richard Parra parece tener una disposición genética a contar el mundo: un movimiento de iluminados religiosos en el Perú del siglo XIX, en Enrique Lynch, las vidas de jóvenes fanáticos del heavy metal más extremo en las barriadas de la periferia de Lima, a finales de los años ochenta.
Los cuatro hacen literatura latinoamericana en Estados Unidos, y sobre todo en Nueva York, donde todas las variedades del idioma se encuentran. Gracias a editores como David y Paula sus voces tienen ahora la oportunidad de escucharse. Qué falta nos hace una verdadera comunidad de escritura y lectura no solo entre un lado y otro del mar sino entre los países de América, muchas veces tan poco comunicados entre sí: referencias comunes, revistas que circulen e influyan de verdad, hilos que se crucen, no solo el brillo o la excepción de unos cuantos nombres.