Lengua propia

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¿Quién manda en un idioma? Es asombroso fijarse en la vitalidad de una creación humana así, que se parece en algo a los grandes organismos complejos, a los hormigueros o a los arrecifes de coral. En Nueva York yo tengo el oído alerta a todas las variantes del español y a esas zonas lingüísticas fronterizas donde el español y el inglés se mezclan de una manera a veces disparatada pero siempre inventiva, lenguas impuras y vitales de una frontera que está en todas partes y en ninguna, en la calle y en el interior de las familias, entre los padres emigrantes y los hijos nativos, incluso en la mente de cada uno, que salta con máxima agilidad de un idioma a otro y a veces los mezcla en una ensalada prodigiosa. Como los “supers” los superintendentes de los edificios, suelen ser de origen hispánico, la lengua de las tareas de mantenimiento es riquísima: “El problema de su fridge es que no le trabaja  el freezer”. “Antes de venir acá yo estaba en un building en el Bronx y era un sinvivir porque los morenos flosheaban el garbage en el toilet”. Una conversación caribeña escuchada el otro día:

-Fui al cine con mi hermana y cuando veníamos pa’tras miramos para el building de nosotros…¡Y vimos que salía fuego del rufo!