Un adiós

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Pobre Marco, de quien no sabía nada salvo su conocimiento de la música y su amor por ella, pobres seres humanos doloridos, angustiados y frágiles, cada uno con su fuego y su sombra por dentro, con las ganas de vivir y el terror  de vivir con la tentación de cerrar los ojos y disgregarse en el sueño. En estos casos uno imagina  el dolor insoportable del que se fue y la pena sin consuelo de quienes lo quisieron y le sobreviven.

Cuánto penar para morirse uno.

Antonio Muñoz Molina
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