Como el marinero y náufrago Ishmael, Lázaro empieza por declarar su nombre: “Pues sepa vuestra merced ante todas cosas que a mí llaman Lázaro de Tormes”. En ambos casos hay un tono imperativo, un interlocutor cercano y una sospecha o una evidencia de impostura. Ishmael no asegura que ese sea su nombre: tan solo nos insta a llamarlo así. El “vuestra merced” de Lázaro está tan presente en la primera línea de la historia como el vosotros o el tú —“call me Ishmael”— del narrador de Melville. Ishmael puede estar ocultándose tras un nombre supuesto, pero el autor de la novela no finge que sea un personaje real. Lázaro juega a presentarse como el narrador de su propia peripecia. Cuenta en primera persona, y en la portada del libro no hay más nombre que el suyo. No es un autor anónimo, sino apócrifo, como ha precisado Francisco Rico. Además, en toda la historia, los únicos nombres propios que hay son el suyo y el de sus padres.
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