No es la cara el espejo del alma. Yo veo las fotos de mis muertos queridos y todo lo que siento es su ausencia. Oigo sus voces y me estremece tenerlos de nuevo a mi lado, recuperados de las imperfecciones y las vaguedades de la memoria.El espejo del alma es la voz. Las voces de los muertos se nos aparecen de golpe como venidas de otro mundo en esos mensajes de contestador automático que ya no comprobamos nunca.
Cuando se empezó a hablar de una posible grabación de la voz de Lorca en Buenos Aires, en una de las entrevistas que le hacían en esa ciudad donde probó más fuerte que en ninguna otra él éxito, le pregunté a su hermana menor, Isabel, si le habían dado a escuchar la cinta. Era una mujer que siguió lúcida y entera hasta el final. Me dijo con tristeza que aunque oyera esa voz lo más probable sería que no pudiera identificarla: “Mi hermano lleva muerto sesenta y cinco años. A mí ya se me ha olvidado su voz”. Me acordé de que un hombre que se había quedado ciego en su juventud me contó que con el paso de los años se le habían ido olvidando los colores. Hasta habían dejado de aparecer en sus sueños.