Aires de Duke Ellington

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Duke Ellington tuvo una educación musical limitada y dispersa, y nunca pisó un conservatorio. Su madre cantaba en casa con una bella voz de soprano y su padre era aficionado a la ópera italiana. Viendo que el chico tenía disposición para la música le buscaron una profesora particular, pero él confesó años después que sus faltas fueron más numerosas que sus asistencias, porque le gustaba mucho jugar al béisbol y más todavía acudir a los billares en los que nunca faltaba un pianista de ragtime.Desde muy joven Duke Ellington se movió entre esos dos mundos, el de la clase media formal y muy religiosa y con grandes ambiciones educativas, y la tentación de la vida nocturna, de los clubes y los billares en los que se juntaban la música, los gánsteres, los pequeños estafadores, los contrabandistas de alcohol. Era una clase media que a las injurias de la segregación respondía con el ejercicio de una formalidad inamovible, con una insistencia casi exasperada en los valores que desmentían cada uno de los estereotipos sobre los negros, su infantilismo, su pereza, su presunta sexualidad agresiva, su propensión a los impulsos instintivos. La madre de Ellington era hija de un esclavo, pero nunca se le habría ocurrido reivindicar ese origen. La manera de ser aceptados no era exhibir heridas ni reclamar ruidosamente derechos, sino imponer día a día, con una paciencia sobrehumana, la propia dignidad enfrente de la marginación, criar hijos que llegaran a ser médicos, profesores, jueces, que se comportaran en cualquier circunstancia con una urbanidad superior incluso a la de los blancos.

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