Otra biblioteca

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Por esas cosas de la vida yo trabajo en la New York University pero vivo al lado de Columbia University. A NYU voy en metro o en bici atravesando de norte a sur la isla de Manhattan. Al campus de Columbia, que tiene casi tanta belleza como el de Virginia, vengo dando un paseo de unos minutos, por ese tramo de Broadway que conozco literalmente como la palma de mi mano. Hoy me he encontrado en la esquina de la 112 con mi amigo Carlos Pérez, que trabaja al lado, en el edificio de la NASA. Nos hemos quedado charlando un rato a la española, “shooting the breeze”, según esa expresión americana tan poética, hablando de esto y de lo otro, disparando a la brisa.

Cuando vengo a Columbia me acuerdo de las fotos de García Lorca en estos mismos lugares y de las cartas que escribía a su familia. Es raro pensar que mis pasos repetirán muchas veces los itinerarios de los suyos. En el centro del campus está la base octogonal de aquella bola grande de pórfido delante de la que Lorca se hizo una foto célebre(la bola no existe ya: un rayo la pulverizó años después).

Habitualmente me voy a trabajar por las mañanas a la biblioteca pública, pero como el otro día una compañera de NYU me dijo que con nuestro carnet se puede acceder a la biblioteca de Columbia esta mañana he hecho la prueba. Ahora mismo escribo en una mesa despejada y austera, en una sala silenciosa de techos muy altos con molduras y estanterías hasta media altura. En esta sala hay libros sobre todo de religiones y mitologías. Enfrente de mí un estudiante lee absorto la traducción al inglés de las Metamorfosis de Ovidio en Penguin Classics, con el Apolo y Dafne de Bernini en la portada. Es la misma que tengo yo.

En la biblioteca pública hay gente de todos los pelajes, blancos y negros, hispanos, asiáticos, viejos, jóvenes, pobres, mendigos, niños, y las instalaciones están muy gastadas por el uso y los recortes en el presupuesto. Aquí todo son mármoles, maderas nobles, silencio, estudiantes jóvenes y serios, casi todos blancos, algunos asiáticos.  Por las ventanas altas se ven las ramas negras de los árboles contra el cielo gris, la cúpula del edificio principal de la universidad. Tengo por delante un par de horas de trabajo. Inevitablemente me acuerdo de los versos de Borges: “Yo, que me imaginaba el paraíso/ bajo la especie de una biblioteca”.