La gran guerra

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El libro de Margaret MacMillan tiene 500 páginas, en letra pequeña, y centenares de referencias bibliográficas. No sé cuánto tiempo habrá dedicado a investigarlo y a escribirlo. Me admira, como siempre en ella, su curiosidad generosa hacia los seres humanos, su percepción del detalle, el rigor de su composición. Cuando titulé ayer mi comentario “los parecidos” era en referencia a esa frase suya, al modo en que a veces se odian los muy parecidos entre sí, no a los parecidos -inverosímiles- entre la I guerra mundial y el presente español. Pero está visto que yo no me sé explicar y que estamos tan intoxicados por lo que las clases políticas quieren inocularnos -en beneficio exclusivo de ellas mismas, de sus patronos y beneficiarios- que no hay manera de ver otra cosa ni hablar de otras cosas, y además en un tono cada vez más bronco, lleno de suspicacia, tan impaciente por agraviar como para quejarse de agravios. Insisto: el libro de Margaret MacMillan es una maravilla y NO trata de Cataluña. Trata de muchísimas cosas que vale la pena descubrir. Trata de lo fácilmente y lo rápidamente que se pasa de la civilización a la barbarie. Trata de las consecuencias apocalípticas que tuvieron para Europa unos cuantos hechos accidentales que bien podían no haber sucedido, en el verano de 1914. Por ejemplo, que Gavrilo Princip había renunciado a atentar contra el archiduque y volvía desmoralizado a su casa cuando de pronto vio, increíblemente, que el coche oficial venía hacia él, porque el chófer se había extraviado.

Lo malo de que se hable siempre de lo mismo es que se deja de hablar de casi todo lo demás.