Sentí mucho no estar en Madrid para asistir a la conferencia que dio Alfred Brendel en el Auditorio Nacional. De Brendel se disfruta casi tanto escuchándolo hablar o leyendo sus artículos o poemas como cuando toca, o tocaba, a sus compositores favoritos, Haydn, Mozart, Beethoven. He tenido la suerte de estar con él un par de veces, charlando y tomando algo después de un concierto, y lo he escuchado contar historias con su mezcla rara de acento británico y centroeuropeo y hablar con conocimiento de causa de las películas de Buñuel y de los vinos españoles. En El País le hizo Daniel Verdú una buena entrevista, mientras viajaba con él en el AVE de Barcelona a Madrid. Me gustó sobre todo su elogio del escepticismo, y las razones vitales poderosas que le habían enseñado esa actitud:
“He pasado mi juventud hasta los 14 durante los años de guerra. He visto el fascismo en Yugoslavia, los discursos de Goebbels y Hitler en la radio… vi la influencia que tenía la propaganda sobre la sangre y el territorio. Estoy curado para el resto de mi vida de eso: del fanatismo. Soy muy escéptico acerca de las creencias de cualquier tipo. Ni el chovinismo, ni el nacionalismo, ni el patriotismo son para mí. No necesito estar arraigado. Me siento en casa cuando tengo mis libros y mi música. Grandes museos, buena literatura.”