Me acordé de esta historia que me había contado José Luis Pinillos. La había apuntado en un cuaderno después de uno de nuestros encuentros, y se me olvidó por completo. Encontré el cuaderno hace poco. De no ser por él la habría perdido sin rastro.
Cuando era muy joven, no mucho después de acabada la guerra, Pinillos se armó un día de valor y fue a entrevistar a Pío Baroja, a su casa de la calle Ruiz de Alarcón. Tenía mucho interés en preguntarle por la generación del 98. Don Pío lo recibió como parece que recibía a todo el mundo, abriéndole él mismo la puerta, y le dijo que pasara. Pinillos sacó su cuaderno y su lápiz, y cuando hizo la pregunta sobre la célebre generación, Baroja puso cara de desdén. “Nada, hombre, todo un invento de Azorín, que era muy aficionado a esas cosas”. Siguieron hablando, y en un momento dado Baroja se quedó mirando a su entrevistador inexperto y le preguntó: “¿Usted es falangista?” “Sí, señor”, dijo Pinillos. La conversación continuó un rato más, después de unos segundos de incomodidad. Al final, Baroja lo acompañó a la puerta y le dijo que podía volver cuando quisiera. “Y a ver si se le quitan esas dos tonterías de la cabeza”. “¿Qué tonterías, don Pío?” “El falangismo y la generación del 98”.