Voy a la farmacia a comprarle a mi madre su surtido de medicinas y me entero de que he de pagar su importe íntegro. Mi madre me ha dejado su tarjeta sanitaria, pero resulta que es una tarjeta sanitaria de Andalucía, y que como Madrid tiene su propia tarjeta sanitaria la tarjeta sanitaria de Andalucía no sirve en Madrid. Nada más lógico. La farmaceútica me explica amablemente lo que mi madre puede hacer: llevarse las facturas de las medicinas y presentar una reclamación en la consejería de sanidad de la Junta de Andalucía, a fin de empezar el procedimiento para que se le reembolse el dinero. Con el tiempo libre que tienen los abuelos, exigirles tantos trámites es casi un favor que se les hace. Terapia ocupacional. Dado el número de pastillas que toma una pensionista de ochenta y tres años, y el importe mensual de su pensión, una vez recortada y congelada, no cuesta nada hacer el cálculo de la cantidad que le quedaría a mi madre este mes si no fuera yo quien pagara hoy sus medicinas. A los farmaceúticos casi les da la risa explicándome que hay en España 17 servicios sanitarios con 17 sistemas informáticos que son incompatibles entre sí. Pero antes de irme, y una vez cobrada la factura, me dan esperanzas: se está pensando implantar una tarjeta única, y se calcula que en unos cinco años podría estar lista.
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