Da escalofrío entrar en los comentarios de los lectores a cualquier noticia o columna que tenga que ver con El Asunto. Y asombra que los periódicos, por ahorrar un dinerillo en filtros eficaces, permitan que bajo el amparo de sus páginas se difunda tanto odio, tanta ignorancia, tanta inmundicia. La ética y la estética de la pintada de retrete usurpando el debate, infectando el espacio público con un hedor de meadas y vómitos en mañana de sábado. Odiándose tanto, esos españolistas y antiespañolistas son exactamente iguales en su grosería, y se necesitan los unos a los otros como alimento mutuo de su mala leche.
Y mientras se gasta tanta furia y tanta saña en peleas identitarias que parecen exigir la eliminación del contrario no se discuten los problemas reales, lo cual es una gran ventaja para los explotadores y los corruptos. El otro día, en la primera página de la edición para Cataluña de El País, la noticia de que el Clínico de Barcelona reducía no sé cuántas camas y las desviaba a hospitales privados ocupaba la esquina menos visible: un pequeño recuadro abajo, a la izquierda. Todo lo demás estaba lleno de banderas.
La izquierda política le ha hecho en todos estos años un inmenso favor a la derecha y los dueños del mundo, olvidando la realidad de las clases sociales y la vindicación estricta de los derechos civiles para consagrarse a celebrar incondicionalmente identidades colectivas exageradas o del todo ficticias. Mientras tanto, se agrandaba una desigualdad entre los seres humanos reales que no había existido desde antes de la Gran Depresión.
