Uno imagina con igual viveza libros que probablemente no va a escribir y viajes que no llegará a hacer nunca. Leyendo libros y viendo documentales yo me imagino un viaje en uno de los buques científicos que van a la Antártida y también un libro en el que relataría ese viaje; o mejor todavía una novela, la novela de alguien a quien las lecturas infantiles le despertaron una vocación científica y no literaria, alguien que leyó Las aventuras de Arthur Gordon Pynn de Poe y la continuación algo espúrea de Julio Verne, La esfinge de los hielos, y que aprendió a trazar en el azul de los atlas las travesías australes de navegantes reales y navegantes inventados, el capitán Cook y el Lord Glenarvan que buscaba el rastro del capitán Grant, y la localización exacta de la Isla Misteriosa en el Pacífico Sur.
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