En los periódicos y en el telediario aparece como una esfinge el enviado del Fondo Monetario Internacional: alto, visiblemente en buena forma física, el traje gris, la cara angulosa, la cabeza afeitada, la expresión hermética. Emite diez recomendaciones para mejorar la economía española: desde Moisés en el Sinaí las instrucciones de lo más alto llegan de diez en diez. Hay que facilitar todavía más el despido de los trabajadores. Hay que reducir salario para aumentar la competitividad. Repaso las instrucciones y en ningún momento se dice nada de limitar los beneficios empresariales, ni los sueldos y las prebendas de los más altos ejecutivos. Hace 30 años, la proporción entre el sueldo medio de un trabajador y el de los directivos mejor pagados era de uno a treinta. Ahora es de uno a trescientos. ¿Cuánto ganará ese enviado del FMI? ¿A cuántos trabajadores hay que despedir o reducirles el sueldo para seguir manteniendo los privilegios de los directivos? Cada vez me desconcierta más el descaro de toda esta gente.
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