Este amigo le cuenta a Elvira su enfado con un cliente que tardaba y tardaba en pagarle un encargo. Le puso muchas condiciones, le exigió mucho, le metió prisas, y una vez recibido el trabajo, como suele ocurrir, no dio señales de vida. Aparece por fin al cabo de un tiempo, y nuestro amigo, cuando se encuentra con él, no le da ni un indicio de toda la irritación que ha ido acumulando. Le dice a Elvira, encogiéndose de hombros: “Yo es que de puertas afuera soy bastante cobarde”.
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