El año pasado, casi por ahora, en la feria del Libro, conocí al estupendo columnista Manuel Jabois y a su mujer, Ana, que tenía una expresión plácida y agotada en la tarde de calor y caminaba precedida por una barriga planetaria. Le pedí permiso y puse la mano abierta encima de esa curva magnífica. El niño se movía como una criatura de las profundidades submarinas.
Hoy he salido en mi primer paseo por la ciudad y como había pasado la noche en un desorden de insomnios y sueños no sabía seguro si paseaba por Madrid o si estaba soñándolo. Cuántas tiendas cerradas y cuánta gente fumando por la calle. En Diego de León me sacan del aturdimiento el brillo del sol en un cielo entre nuboso y despejado y un hombre joven que me saluda muy sonriente. Es Manuel Jabois, empujando un cochecito de niño, y a su lado está Ana, que me recuerda nuestro encuentro en la feria. El niño submarino del año pasado, Manuel, manotea y patalea y parlotea bocarriba en su cochecito. y tiene una mirada curiosa y atónita que se fija en todo, una cara redonda de luna y de pan. Manuel me cuenta que ha escrito un libro sobre el niño: una biografía completa desde el momento de la concepción hasta la actualidad. Todo está empezando de golpe: el niño aprende a andar y a hablar. Yo les digo que lo apunten todo, porque este tiempo se pasa muy rápido y se olvida muy fácil. Y sigo mi camino porque me he citado con Antonio y Miguel: Antonio con casi 30 años, Miguel con 28 recién cumplidos.