Algunas cosas no duelen menos de lejos. La noticia del cierre de la distribuidora Alta Films, gracias a la que hemos podido ver tantas películas independientes de calidad en su lengua original, es una catástrofe silenciosa que no va a llamar mucho la atención, y que incluso provocará alguna dosis de esa alegría amarillenta española que se ceba en el infortunio de otros -qué se habrán creído esos del cine, esos pijos de las películas en versión original, esos rancios de la sala oscura y la pantalla grande en los tiempos joviales de la infinita disponibilidad digital. Pero esa pérdida, propiciada por los impuestos crueles con que este gobierno de resentidos y de bárbaros se empeña en castigar los espectáculos culturales -no así el fútbol- nos empobrece y nos achata más todavía, estrecha un poco más nuestra perspectiva sobre el mundo. Un país en apariencia tan antiamericano tiene el porcentaje más alto en Europa de sumisión a las grandes distribuidoras de Hollywood: menos del veinte por ciento de las películas que se proyectan en España no pertenecen a ellas. Pero quién va a atreverse a defender lo cuidado y minoritario en estos tiempos en que hasta los periódicos que se dicen serios miden el valor de lo que publican según “lo + popular”. Pienso en todas las veces que he disfrutado de buenas películas no desfiguradas por el doblaje en los cines Renoir, a lo largo de tantos años, y me da mucha pena la indiferencia general con que estamos dejando que se pierdan tantas cosas en las que creíamos haber avanzado: esas bibliotecas públicas que ya no compran libros, esos centros culturales de barrio que cierran por falta de ayudas mínimas, esas escuelas en las que no se cubren bajas de profesores, esos centros de investigación en los que se despide gente y se suprimen proyectos justo cuando empezaban a dar frutos. Parece que es nuestro sino: empezar cosas y dejarlas inacabadas, descuidar lo valioso y despilfarrar en lo inútil. Seremos más ignorantes y parecerá que no importa, pero cuanta más se propaguen entre nosotros la ignorancia, la rudeza, la indiferencia hacia lo mejor, más difícil nos será salir del hoyo en el que nos vemos metidos.
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