Acabo de enterarme, en una entrevista antigua con el novelista James Salter -al que descubrí con entusiasmo hace solo dos días- de las dos condiciones que según Nabokov se requieren para escribir buena literatura: la pasión de un científico, la precisión de un poeta.
Sólo se me ocurre una tercera, ya enunciada hace mucho por Duke Ellington: el swing, el duende, el temblor, el ritmo casi nunca evidente, la pulsación del tiempo en el fluir de cada frase. Si no hay eso no hay nada.