Una de las diversas ingenuidades y ridiculeces que está de moda ahora atribuirnos a los socialdemócratas es la creencia en el progreso. No sólo somos tan simples que defendemos el derecho universal a la sanidad y a la educación, y consideramos que las dos son asuntos demasiado serios como para someterlos a la primacía del beneficio privado. También, en nuestra tonta inocencia, pensamos que la vida puede ser mejor que en el pasado para un número cada vez más amplio de personas, que en otras épocas -y ahora mismo todavía, en muchos lugares- habrían estado condenadas a la miseria, la enfermedad y la violencia.
Mira por dónde, hasta la ceñuda Arabia Saudí parece que va llegando algo de progreso: según cuenta hoy el New York Times, las autoridades de ese país, aliado fraternal de Occidente, están considerando un avance no exento de audacia: en vez de decapitar a los condenados a la pena de muerte, fusilarlos, aunque todavía no está claro si esa innovación se ajusta a la ortodoxia coránica.