En septiembre de 1983, cuando aún no había cumplido veintitrés años y ya era una estrella de la pintura, Jean-Michel Basquiat le dijo a Andy Warhol que tenía miedo de no durar más que un fogonazo de la moda, “a flash in the pan”. Menos de tres años antes pintaba grafitis por las paredes del Soho y los corredores del metro y medio mendigaba intentando vender por la calle postales que dibujaba él mismo. Su padre era haitiano, su madre puertorriqueña. Durante toda su breve vida Basquiat mantuvo la actitud algo pendenciera de un hijo del gueto, pero en realidad se había criado en un hogar de clase media de Brooklyn, y si en ocasiones, antes de hacerse conocido, tuvo que dormir en los bancos de Washington Square fue porque a los quince años había abandonado el instituto y la casa familiar.
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