En España quizás se nos amortigua la sensación de hacernos mayores porque a pesar del paso de los años tenemos que seguir empeñados en la defensa de las mismas causas que nos sublevaban en la primera juventud. En la nuestra y en la de nuestros abuelos y nuestros bisabuelos. La causa del laicismo, por ejemplo; la simple y necesaria y educada y tajante separación entre la Iglesia y el Estado, entre el adoctrinamiento religioso y la enseñanza pública. No hay manera. Tenemos que defender el laicismo y la racionalidad como krausistas del XIX, en un país donde los mismos gobiernos autónomos que recortan gastos en educación y suprimen inversiones en ciencia mantienen en sus televisiones públicas programas de brujería y de pseudociencia. Pero en esto, como en tantas cosas, parece que la Generalitat de Valencia está a la vanguardia: a la vanguardia del desguace de la sanidad y del proselitismo de la fe católica. Leo por ahí que entre los cursos de perfeccionamiento del profesorado que ofrece su consejería de Educación hay uno de milagros y apariciones marianas, bajo patrocinio experto del Obispado. Me hace gracia la justificación que esgrime uno de los enchufados de turno: que son cursos sólo dirigidos a profesores de religión. Hombre, menos mal. Podrían ofrecérselos también a profesores de biología, o de física. Aunque a éstos quizás les propongan que se introduzcan en la ufología o en la astrología. Dada la situación a la que nos han arrojado, habrá que ir poniendo la esperanza en las apariciones de la Virgen María o en la llegada benéfica de los extraterrestres.
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