Una casa encantada

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Leer las cartas de Emily Dickinson es una experiencia a veces tan hipnotizadora como leer sus poemas. En una de ellas encuentro esta frase, con su sonido misterioso de oráculo: “Nature is a haunted house -but Art is a house that tries to be haunted”. Es verdad: la naturaleza es por sí misma una casa encantada o hechizada, y el arte una casa que aspira a serlo; a lo máximo a lo que puede aspirar el arte es a sugerir algo de la complejidad que a veces parece tan simple, de la belleza limpia y enigmática que hay siempre en la contemplación o en la indagación de la naturaleza. Lo pienso hoy, leyendo una noticia extraordinaria de El País, sobre el modo en que los fotones de la luz afectan al desarrollo del ojo de un feto en el vientre materno. Es la luz la que diseña el ojo. Y la foto que acompaña la información de Alicia Rivera parece un dibujo de Vija Celmins, una forma que alude igual a una medusa que a una galaxia, guirnaldas móviles de luz en la oscuridad.

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