Después de la música que escucho en directo quizás ninguna me afecta más que la que encuentro de golpe cuando enciendo la radio: porque llega sin aviso, cuando acierta cala más hondo. Llego a mi cuarto, me siento delante del portátil, levanto la tapa, conecto la radio con el mando a distancia. Esta tarde, por ejemplo, ha llenado la habitación el trío con piano nº 2 de Schubert, con ese tiempo lento que le parte a uno el corazón en el Barrry Lyndon de Kubrick, en esos momentos de derrumbe en los que todo está perdido.
Pero es que no ha habido otro director de cine, aparte de Fellini, que supiera elegir la música tan certeramente como él.
