Hilos de la vocación

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No siempre se acuerda uno de todos los episodios decisivos de su vocación. Hay descubrimientos que nos afectaron y que nos importaron mucho, que nos despertaron a mundos que habíamos ignorado hasta entonces, y que con el tiempo se olvidan, igual que se olvidan libros o películas o canciones que por un motivo u otro dejaron de tener un efecto consciente sobre nuestra imaginación, o sobre nuestro trabajo. Hoy, leyendo que había muerto el periodista Enrique Meneses, me he acordado de pronto del impacto que tuvo sobre mí, a los catorce o quince años, un libro suyo sobre su viaje a Sierra Maestra para encontrarse con Fidel Castro y con su ejército guerrillero. La vocación literaria de aventura que hasta entonces habían alimentado las novelas de Julio Verne se estaba convirtiendo en el sueño de hacerme periodista, y ese libro de Meneses lo hizo cristalizar. La leyenda de los barbudos en rebeldía armada contra una dictadura se mezclaba con la del escritor intrépido, armado con una cámara de fotos y un cuaderno, heredero de los exploradores de Verne y de los aventureros en África del siglo XIX, Stanley, Livingstone, Burton, los viajes en submarino o en globo y el descubrimiento de las fuentes del Nilo. Poco después a ese modelo se agregaría el nombre de Hemingway. Al chico sedentario de “imaginación calenturienta” ,cuya única experiencia viajera había sido el autobús de línea entre Úbeda y Jaén, el libro de Enrique Meneses le subía varios grados la fiebre. En esa época, al hablar de la juventud, se usaba mucho, sobre todo en medios eclesiásticos postconciliares,  la palabra “inquietudes”. Yo estaba lleno de ellas. Inquieto por viajar, por escribir, por irme a una sierra a combatir a Franco, por hacerme adulto y tener un aspecto como Enrique Meneses en las fotos de su libro en las que aparecía junto a los rebeldes, casi confundido con ellos: el pelo revuelto, algo de barba, las gafas, la cámara al cuello. Incluso no se podía descartar el encuentro con alguna guerrillera de uniforme verde olivo y boina seductoramente ladeada. Subía por las veredas de las huertas montado en la yegua de mi padre y me imaginaba con todo detalle que estaba trepando por laderas de jungla en la Sierra Maestra.